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Foto del escritorPaulina Simon T.

Entregada al azúcar





No diría que tengo una personalidad dominada por el azúcar.


Por la cafeína sí.


Por el alcohol definitivamente, sí. Por eso aquí, lejos de todo lo que conozco, no me emborracharé.


Creo que como intuí que acá no iba a tomar. Me aseguré de emborracharme bastante antes de viajar. Con esos amigos que me cambiaron la vida adulta; con ellos me tomé la botella entera de Pájaro Azul en la despedida. Siempre que llevaba a un evento Pájaro Azul me quedaban viendo con desconfianza y después descubrían que es la bebida más noble que existe. Gran licor guarandeño de exportación.


Debería haberme traído al menos una media. Si lo pensé, pero fracasé en tantas cosas en eso de empacar. Cargando tanta nostalgia; en lugar de traer lo más importante: mi almohada y el Pájaro azul. El tema es que no beberé pronto en Canadá, entonces no presentaré esa personalidad dominada por el alcohol.


Ahora estoy viviendo mi personalidad dominada por el azúcar, aunque lo niego. Creo que en este momento estoy entregada al influjo del azúcar en mi vida. Es lo que me hace resistir el día, el azúcar. Estoy entregada a los cereales, amo mi cereal con leche. El otro día hablaba con mis amigas en videollamada y les mostré las cuatro cajas de cereales que habíamos comprado, trataba de explicarles que aquí el cereal se come de desayuno, de snack, si tienes hambre, de almuerzo, de postre, si estás triste, si no tienes nada que hacer, y de cena. Cereal con leche llena todos los vacíos de nuestra dieta baja en frutas y verduras; y nuestros extrañamientos.

Como me dice mi mamá cada que hablamos: “Mijita del Ecuador sólo las frutas y el clima”.

También me dijo la última vez: “Uy cómo están comiendo, ya se van a hacer gordos”. Las palabras del Elías: “All bodies are beautiful, abuela”. Pues aquí estamos, los cuatro flacos, siempre con hambre. Que solo se mitiga con un cereal con leche.


Yo a ellos les alimentó bien. Lo mejor que puedo siempre, harta lechuga que venden en un mix que ya viene lavado en Walmart por 7$. El Nael me decía al comienzo: “Qué chistoso aquí nos comemos las hojas del césped de Tababela”. Comen balanceado, proteína, verdura, carbohidratos, fruta poca. Sobretodo en relación al Ecuador, hoy me pide permiso el Elías para coger una mandarina de la refri, antes se nos podrían las mandarinas porque no alcanzaban a comer tantas y eso que comían cinco a seis mandarinas diarias. En Yaruquí nos regalaban las mandarinas por puñados, igual que los plátanos.

Aquí se consiguen mandarinas, vienen de África cuestan 8$ siete mandarinas. Mis hijos ya entienden. Hoy se comió cada uno una frutilla, con su pancake y en la tarde una mandarina. Manzanas y plátanos abundan por suerte. Compré oritos del Ecuador con un entusiasmo enorme, estaban verdes y pasaron de verde a podridos sin nunca madurar. Ha sido algo muy triste de ver, teníamos tanta expectativa por esos oritos, pero venir de tan lejos, no debe ser fácil para un plátano tan pequeño


pausa…


Pensé que extrañaríamos más Tababela, pero el ruido de la ciudad también tiene lo suyo, y la fauna a la que estamos expuestos es tan nueva, que no deja de ser emocionante. En lugar de la lluvia andina de Tababela, el lavaplatos ruidoso, operando mientras todos duermen.


Allá, el aguacero de vez en cuando caía en mi ventana con rayos y truenos sobre el valle de Tumbaco, majestuosa visión. El cielo violeta de Tababela. Aquí, ahora, este instante mientras escribo esto en Canadá, oigo el lavaplatos que suena como aguacero. Es viejo, no debería sonar así, seguro está dañado por tantos inmigrantes que han lavado sus platos en él. A nosotros nos está dando un gran servicio, nunca pensé que llegaría el día en que no lavemos platos. En que yo no lave un plato más en mi vida.

Eso no extraño de Tababela, ni del Ecuador, ni de mi historia personal. (pueden levantar la mano todas las personas en cuyas casa me ofrecí a lavar platos).


En lavar platos se me estaba yendo la vida. En mi casa, en la de mi abuela, en cualquier casa, ponerme a lavar los platos, en los paseos, en las fiestas, en la colada morada de cien personas. No quiero volver a lavar platos en mi vida. Me río porque es posible que todas mis ideas y mi eterna vocación por la divagación haya pasado por no tener otra cosa más que hacer mientras lavaba platos.


Pensar, tanta pendejada. Ahora algo de eso sería bueno que me sirviera en Canadá. Estar pensando tonteras todo el día, planes de fantasía de la vida que quieres tener, mientras estás ahí lavando platos.

Bueno aquí en lugar de lavar platos me siento a hacer hojas de vida, decenas de ellas, voy dos meses haciendo hojas de vida. Hoy en uno de los tantos cursos que he tomado sobre cómo entrar en el sistema laboral en Canadá, aumentaron nuevas variables a esta carrera universitaria que es aplicar a un trabajo. La preparación para la entrevista. Me dieron un folleto de 20 hojas para estudiar porque: Practice make perfect.

Ni siquiera sé cómo traducir eso porque creo que nunca he hecho algo así en mi vida: Hacer algo hasta hacerlo perfecto.

Ahora este es mi mayor reto. Estudiar el diplomado de: Cómo entrar al sistema laboral en Canadá; estudiar la ley de tránsito (a la que le di una leída y obviamente reprobé de inmediato) y a la vez hacer un inmigration pathway.

Para ser de un lugar, primero tienes que ser alguien. Alguien que sabe que ya no quiere lavar más platos en su vida. ¿O será que mejor dada mi abundante experiencia aplico a un trabajo de lavar platos?

No soy yo.

Es el cereal hablando. A veces le digo al Elías: “Hijito, me he tirado de cabeza en el tobogán del azúcar”. - Así te veo mami, me contesta-


Tomadores de coca cola, lancen la primera piedra…


Yo sé que tengo que parar.


Gimme me a break!



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