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Foto del escritorPaulina Simon T.

En la tercera semana






A veces me confundo cuando utilizo la frase “nos estamos adaptando”.

Cambié de número de teléfono y pensé que whatsapp haría su parte y avisaría a mis contactos, pero no lo hizo. Creo que yo misma pedí que no lo haga, de pronto después de tener una bandeja de entrada dividida en dos, entre chats activos y chats archivados, con unos 100 chats abiertos, pasé a no tener ninguno.

Un poco de silencio digital.

También cerré mi facebook y mi instagram.

Una de mis amigas me dice que me gusta hacerme la misteriosa, y le parece una pérdida de tiempo y de recursos haberse mantenido tan callada durante todos estos meses de transición.

Yo no me imagino tener que contarle a nadie por todo lo que estamos atravesando. Quedan algunos chats e incluso algunas personas me han escrito e-mails, algo ya tan en desuso, y cuando me preguntan cómo están, yo respondo: “Aquí adaptándonos”.


Ahora pienso que esa selección de palabras es muy particular, no creo que nadie pueda adaptarse tan fácil y tan rápido. Han pasado tres semanas y aún no hemos abierto las maletas. Tal como había predicho y planificado, toda la ropa del diario pasaría a las maletas de mano, que se convirtieron en nuestros cajones de ropa. Aún no tenemos un hogar permanente, pero las rutinas familiares son tan fáciles de establecer que pareceríamos adaptados.


Nos encontramos con gente todo el tiempo, aquí la gente saluda siempre, y como paseamos mucho por la Agnes, la gente se detiene, porque los perros se detienen a olerse. Entonces saludan. Algunos entablan conversaciones breves y siempre nos preguntan, ¿Hace cuánto viven aquí? Desde que llegamos íbamos a los parques. Montones de parques distintos. Desde el primer día, buscamos que la perra pueda correr y que los hijos puedan patear la pelota. Buscamos que haya arcos de fútbol, o al menos los de fútbol americano, y no faltaron las conversaciones casuales y la pregunta: ¿Hace cuánto viven aquí? Llegamos ayer. Los interlocutores muy sorprendidos ¡Ayer! y así cada día. ¿Hace cuánto llegaron? Hace tres días, hace cuatro días, hace una semana, hace dos. Incluso hoy que cumplimos tres semanas una señora colombiana que paseaba a su perro Rocky (por las Rockie Mountains) nos preguntó sorprendida: ¿Apenas tres semanas?


No sé muy bien porque se sorprenden y a veces me preocupa, ¿es que nos vemos demasiado tranquilos, o demasiado adaptados? ¿Será que hay alguna otra cosa que deberíamos estar haciendo? A veces la pregunta tiene que ver con mi inglés. A la gente le sorprende que hable inglés relativamente bien, habiendo llegado hace solo dos días, tres días, cuatro días, una semana, dos semanas, tres semanas. Nos dicen cosas como: ¡Oh my God, so you guys are new! o la mayoría Welcome to Canada! y continuamos cada uno con su caminata.


Nos vemos adaptados. Quizá porque somos un poco más blancos que una buena parte de los inmigrantes o porque llegamos en verano y yo busqué en internet actividades gratuitas en Calgary y les llevé a los conciertos, a la piscina, a los fuegos artificiales, a la marcha del orgullo y entonces parece que sabemos dónde estamos, parece que nos movemos con cierta seguridad de nosotros mismos.

Solo en la piscina de Silversprings sentí que no había investigado suficiente. Una piscina al aire libre a la que fuimos en los últimos días en los que estaría abierta el público en este verano (y cierra hasta junio del próximo año). En esa piscina me sentí desnuda y me sentí como un lunar entre gente caucásica. Este es un barrio muy blanco, muy canadian. No quiero que haya ninguna connotación racial aunque al hablar de las personas por colores, siento que estoy incurriendo en un error político. No es mi intención. Solo señalar que en esta ciudad el 70% de las personas son inmigrantes de varias generaciones, primera, segunda, tercera. Muchos asiáticos, principalmente gente de la India, muchos filipinos, menos latinos pero también. Entonces, en cualquier lugar te sientes como uno más, de los muchos que somos. Pero a Silversprings aún no han llegado inmigrantes, quizá tampoco lleguen en un tiempo. Fuimos a conocer una casa preciosa que es la que queríamos arrendar porque tenía una escuela al frente, cancha de fútbol con arcos y la piscina. Pero no nos eligieron. Igual fuimos a la piscina. Y fue raro.

Quizá estar en terno de baño hace que todo sea un poco más raro. Mi terno de baño no apareció en las maletas y justo el día anterior, cuando conocimos la casa linda de tres dormitorios, encontré una tienda de ropa usada, Value Village. no pude resistirme y me compré un precioso terno de baño de mi color favorito, un turquesa bajito. Me quedó perfecto. Un terno de baño para un solo uso, en una mañana de verano en la piscina repleta de cabecitas rubias, rubísimas.

Es más probable que nadie nos haya visto, pero yo me sentía como un lunar entre todos esos bonitos colores de pelotas, chalecos salvavidas, flotadores. Fue el único sitio en el que no me sentí adaptada. Pero eso pasó hace mucho tiempo, dos semanas atrás.


Aquí es donde vuelvo a mi idea original, la que me llevó a sentarme a escribir esta noche. Es la tercera semana y ellos tres ya han hecho amigos. Quizá no sean sus amigos aún, pero han podido decirle por su nombre a las personas. Los niños volvieron de su cuarto día de entrenamiento de fútbol y pudieron decir que Ethan y Alan les habían hecho pases, es la primera vez que les pasan la pelota en un juego.

También les habían hecho preguntas. Elías no entendió y se quedó callado, sonriendo. Según él quedó cómo un idiota. Nael en cambio tiene otra estrategia solo responde a todo: Yes, igual con una sonrisa y dice que todo le está saliendo bien.

Su padre, que siempre me había sorprendido por esa forma tan desinteresada con la que se relacionaba con la gente, hoy volvió después de su larga jornada de clases, muy entusiasmado y sabiendo los nombres y los proyectos de casi todos sus compañeros. Siento que para él la experiencia de conocerse con personas interesantes y cerebros artísticos y brillantes que vienen de todo el mundo, va a representar un cambio de vida, del que aún no es muy consciente. Siempre ha sido una persona solitaria y ahora creo que podría encontrar esa tribu que no buscaba, pero que necesita, otros solitarios como él pensando en imágenes, en conceptos, en libros, en ideas.

El mundo tiene un nuevo brillo. Cosas inexploradas, no la misma rutina absurda y sin retos. Yo escucho atentamente su relato: Said de Irán, el que se borra de las fotos familiares, porque ya no pertenece allá; mientras más pertenece acá. Mitra, que imprime fotos de la India y de Canadá, y las pone a lado, dividida entre esos dos mundos.


Yo cuido de todos.


Y cuando llega el final del día, y cuentan todos sus nuevos hallazgos, no puedo evitar sentir una ligerísima envidia. Feliz, claro.


Soy yo la que les ha llevado a estos lugares, tomados de mi mano han caminado cada uno a su nuevo destino, en cada uno de estos días, que parecen años. Ahora, ellos van a caminar y a hacer amigos.

Han pasado tres semanas. No sé aún qué habrá para mí. Pero mañana tengo mi primera entrevista de trabajo telefónica para trabajar en un servicio de limpieza de casas.

Tres semanas y un día.

Un día a la vez.


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